Miró el calendario nada más entrar en la cocina. Un
círculo negro hecho con un bolígrafo rodeaba el 23 de diciembre, que
precisamente era hoy. Su cumpleaños. Por supuesto no le hizo falta mirar la
fecha para acordarse, aunque para los demás era un día que solía olvidarse a la
hora de felicitarlo; más preocupados por las compras para la cena de Navidad o
pensando en los regalos de los más pequeños.
Tras echarse el zumo de naranja, se sentó junto a
una pequeña mesa pegada a la nevera. Entonces Manuel desplazó su mirada hacia
el reloj de la pared, que señalaba las 11:43. En ese momento rememoró la última
vez que lo visitaron: "¿Cuándo fue eso? Hará más de dos meses",
pensó. Cuando se marcharon le dijeron que no tardarían mucho tiempo en volver a
verle, y le concretaron que vendrían el 23 de diciembre a las doce de la mañana.
El día de su cumpleaños.
No tenía mucha hambre. Tras beberse el zumo, dejó el
vaso en el fregadero y salió de la cocina. Desde la pequeña ventana del salón contempló
la calle. El barrio donde vivía era bastante tranquilo y hoy era un día
lluvioso. No se veía a nadie en la calle, sólo atisbaba un coche de policía a
lo lejos. Buscó sus gafas para así apreciar mejor la escena. Nunca se acordaba del
lugar donde las dejaba, abrió un par de cajones del mueble y removió un poco en
ellos hasta que se dio cuenta de que las tenía en el bolsillo de su camisa.
Cuando se las puso, se encontró con una foto entre los papeles que había
desordenado durante la búsqueda. En ella estaban Rita y él, junto con Lara y Bruno.
Era una foto de hace bastante tiempo, Lara tendría entonces cuatro años. Bruno
unos tres o cuatro meses, y Rita lo sostenía en sus brazos. Una pequeña sonrisa
asomó en su cara, mientras contemplaba aquella imagen.
Observó el gran reloj del salón, que marcaba con
solemnidad las 11:52 minutos. En ese momento pegaron a la puerta. Dejó la foto
en su lugar y se acercó a abrir. Era su vecina, Lucía.
- Manuel, ¿cómo estás?
- Pues nada, aquí que acababa de desayunar y estaba
esperando...
En ese momento, Lucía abrió mucho los ojos, y se
llevó la mano a la frente, como si un pensamiento veloz pasara por su mente.
- ¡Hoy es tu cumpleaños! Manuel, felicidades. ¡Qué
cabeza tengo, mira que no darme cuenta! Pero es que con lo de Antonio, ni me he
acordado. Vaya ahora iba a verlo al hospital
- No pasa nada, ¿cómo sigue?
- Bien, parece que va mejorando. Pues eso, que iba
ahora a verlo - le miró con cara de preocupación - La verdad que no he estado
pensado en estos días mucho en celebraciones, ni siquiera para mañana, la
verdad. Tampoco estarás tú para muchas.
- Bueno, no pasa nada.
- Venía para ver cómo estabas y por si te hacía
falta alguna cosa, ¿estás bien?
- No te preocupes, estoy bien.
- Me gustaría quedarme, ¿a qué hora vienen? ¿era hoy
cuando llegaban, no?
- Sí, estarán aquí en unos minutos, me dijeron que
vendrían a las doce.
- Me gustaría quedarme - repitió -, pero ...
- No pasa nada, tu marido es lo primero, así que ve
al hospital. Y dale a Antonio un abrazo de mi parte y le dices que tenemos una
partida pendiente.
- Vale, se lo diré.
Se despidieron y Lucía bajó la escaleras para salir
al portal. Aquel matrimonio había hecho muy buenas migas con Rita y él, y de
hecho cuando su esposa murió se volcaron bastante. Ambos se preocuparon mucho,
y de vez en cuando le visitaban para que no estuviera solo. Algunas veces también
venía el hijo de aquella pareja, Daniel, cuando éste aprovechaba para visitar a
sus padres. Nada más llegar, saludaba a Manuel "Vecino, ¿cómo está?".
Era educado y bastante cariñoso.
Realmente y tal como había dicho Lucía, no tenía
muchos ánimos para fiestas. De hecho en la casa no había ningún adorno que
recordara aquellas fechas, Manuel no estaba de mucho humor para decoraciones. Rita
era la que se encargaba de coordinar todos esos preparativos, como el montar el
árbol de Navidad, el belén en una mesa
del salón o hacer los rosquillos. Recordó cómo una vez Lara se metió en la boca
una pequeña bola roja que colgaba del árbol. Tendría cerca de dos años cuando
ocurrió aquello, porque Bruno aún no había nacido. Estuvo a punto de
atragantarse, aunque afortunadamente todo se quedó en un susto.
A ella le encantaba la Navidad. Pensaba que era una
ocasión obligada para que la familia se reuniera y estar algunos días juntos. Y
así lo hacían en la casa de los padres de Rita, junto con sus hermanas, que lo
celebraban acompañadas de sus maridos. Tampoco faltaban los críos, que
correteaban ilusionados por la casa con sus juguetes mientras ellos cantaban
algunos villancicos y armaban escándalo con la botella de anís. Aquellos habían
sido unos buenos años, pensó Manuel, con escenas muy similares a las que se ven
en los anuncios del turrón de turno en la televisión. A menudo, Rita decía que aquellas fechas eran idóneas
para que los hijos las pasaran con sus padres. "Nos fuimos de su casa tras
independizarnos, y los vemos con menos frecuencia. Al menos hay que aprovechar
en Navidad para reunirnos todos".
Le gustaban mucho los niños, aunque curiosamente
siempre decía que tendría solamente uno, para así dedicarle todo el tiempo
posible; y más teniendo en cuenta que ella creció en una familia numerosa y que
mantenía una buena relación con sus hermanas. "Así nos volcaremos más con
él. O con ella". Así pensaba Rita, aunque después la realidad fue otra.
De repente, en el salón sonó el agudo timbre del
portal de entrada al edificio, y Manuel que no se lo esperaba casi pega un
salto de la silla. El perro se despertó de forma brusca, se levantó de la
desgastada cuna para acercarse a la puerta y empezó a ladrar. Estaba un poco
sordo, lo que también se agravaba con el peso de una edad ya bastante avanzada,
y aquel ruido debía ponerlo nervioso. De hecho cuando su vecina estuvo hace
pocos minutos hablando con él, siguió durmiendo, casi sin enterarse de que en aquellos
momentos otra persona rompía la soledad de aquellos dos seres.
- Sshhh, ¡Venga, vete! - le increpaba Manuel
mientras presionaba el botón para que entraran al bloque. Eran las 12:05
minutos, según marcaba el reloj del salón. Habían acudido casi con puntualidad,
por lo que parecía que no tuvieron problemas para llegar; tal como les pasó en
la anterior ocasión que fueron a verle.
Era una pena que no hubieran tenido hijos. Durante
unas semanas Rita estuvo triste tras confirmarle los médicos aquella dura
noticia, encerrada en la casa y sin ganas ver prácticamente a nadie. Pero ante
todo era una persona muy optimista y de un carácter fuerte, dos cualidades que
él admiraba mucho. "Nos tenemos el uno al otro y estamos bien. Eso es lo
importante", le dijo una vez que se recuperó de aquellos días. Juntos
vivieron años muy felices, hasta que la muerte acabó llevándosela finalmente de
su lado.
Pegaron a la puerta, y el perro volvió a ladrar.
- ¡Bruno, no seas pesado! - le increpó - ¡Venga,
vete al cuarto! - Obediente hizo caso a las palabras de su dueño, y Manuel lo
encerró para evitar que molestara a la visita. Lara era una perra más
tranquila. Hasta cuando falleció lo hizo sin el menor ruido; encontrándosela aquella
mañana como si siguiera dormida en su cuna.
Abrió la puerta y ante él se encontró a una mujer
muy bien vestida, con traje de chaqueta, acompañada por un par de agentes de la
Guardia Civil.
- Buenas tardes, Manuel Moisés García Peláez, ¿es
usted? - dijo con voz seria y clara mientras abría una carpeta entre en sus
manos, que contenía varios folios en su interior.
De nuevo, al igual que hace más de dos meses,
recordó la sensación de escuchar su nombre completo, con los apellidos. Le parecía
tan grandilocuente como extraño; sobre todo por el 'Moisés' que constaba en su
documento de identidad y que había relegado casi en el olvido. Tan extraño como
el momento en el que le dijeron, en aquella ocasión, que aplazaban la orden de
lanzamiento hasta el día 23 de diciembre. "Lanzamiento", recordó
aquella palabra frente a la secretaria judicial. "¡Vaya forma tiene esta
gente de llamar a un desahucio!".
Me sentí como si estuviera al lado escuchando.Lo leeré otra vez.
ResponderEliminarBuen estilo y tecnica al redactar. V
Me gusta la naturalidad realidad y cercanía conque se expresa
ResponderEliminarMuchísimas gracias Purificación, así da gusto empezar el blog. Espero seguir con él y compartir más relatos
EliminarMe ha encantado Juanjo. Fantástico!
ResponderEliminarMuchas gracias, éste salió publicado en un libro solidario de cuentos para la asociación ANNE de Vélez de varios autores de la zona. Se hizo una cosa realmente bonita
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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