martes, 18 de febrero de 2014

Otro cumpleaños


Miró el calendario nada más entrar en la cocina. Un círculo negro hecho con un bolígrafo rodeaba el 23 de diciembre, que precisamente era hoy. Su cumpleaños. Por supuesto no le hizo falta mirar la fecha para acordarse, aunque para los demás era un día que solía olvidarse a la hora de felicitarlo; más preocupados por las compras para la cena de Navidad o pensando en los regalos de los más pequeños.

Tras echarse el zumo de naranja, se sentó junto a una pequeña mesa pegada a la nevera. Entonces Manuel desplazó su mirada hacia el reloj de la pared, que señalaba las 11:43. En ese momento rememoró la última vez que lo visitaron: "¿Cuándo fue eso? Hará más de dos meses", pensó. Cuando se marcharon le dijeron que no tardarían mucho tiempo en volver a verle, y le concretaron que vendrían el 23 de diciembre a las doce de la mañana. El día de su cumpleaños.




No tenía mucha hambre. Tras beberse el zumo, dejó el vaso en el fregadero y salió de la cocina. Desde la pequeña ventana del salón contempló la calle. El barrio donde vivía era bastante tranquilo y hoy era un día lluvioso. No se veía a nadie en la calle, sólo atisbaba un coche de policía a lo lejos. Buscó sus gafas para así apreciar mejor la escena. Nunca se acordaba del lugar donde las dejaba, abrió un par de cajones del mueble y removió un poco en ellos hasta que se dio cuenta de que las tenía en el bolsillo de su camisa. Cuando se las puso, se encontró con una foto entre los papeles que había desordenado durante la búsqueda. En ella estaban Rita y él, junto con Lara y Bruno. Era una foto de hace bastante tiempo, Lara tendría entonces cuatro años. Bruno unos tres o cuatro meses, y Rita lo sostenía en sus brazos. Una pequeña sonrisa asomó en su cara, mientras contemplaba aquella imagen.

Observó el gran reloj del salón, que marcaba con solemnidad las 11:52 minutos. En ese momento pegaron a la puerta. Dejó la foto en su lugar y se acercó a abrir. Era su vecina, Lucía.

- Manuel, ¿cómo estás?
- Pues nada, aquí que acababa de desayunar y estaba esperando...
En ese momento, Lucía abrió mucho los ojos, y se llevó la mano a la frente, como si un pensamiento veloz pasara por su mente.
- ¡Hoy es tu cumpleaños! Manuel, felicidades. ¡Qué cabeza tengo, mira que no darme cuenta! Pero es que con lo de Antonio, ni me he acordado. Vaya ahora iba a verlo al hospital
- No pasa nada, ¿cómo sigue?
- Bien, parece que va mejorando. Pues eso, que iba ahora a verlo - le miró con cara de preocupación - La verdad que no he estado pensado en estos días mucho en celebraciones, ni siquiera para mañana, la verdad. Tampoco estarás tú para muchas.
- Bueno, no pasa nada.
- Venía para ver cómo estabas y por si te hacía falta alguna cosa, ¿estás bien?
- No te preocupes, estoy bien.
- Me gustaría quedarme, ¿a qué hora vienen? ¿era hoy cuando llegaban, no?
- Sí, estarán aquí en unos minutos, me dijeron que vendrían a las doce.
- Me gustaría quedarme - repitió -, pero ...
- No pasa nada, tu marido es lo primero, así que ve al hospital. Y dale a Antonio un abrazo de mi parte y le dices que tenemos una partida pendiente.
- Vale, se lo diré.

Se despidieron y Lucía bajó la escaleras para salir al portal. Aquel matrimonio había hecho muy buenas migas con Rita y él, y de hecho cuando su esposa murió se volcaron bastante. Ambos se preocuparon mucho, y de vez en cuando le visitaban para que no estuviera solo. Algunas veces también venía el hijo de aquella pareja, Daniel, cuando éste aprovechaba para visitar a sus padres. Nada más llegar, saludaba a Manuel "Vecino, ¿cómo está?". Era educado y bastante cariñoso.

Realmente y tal como había dicho Lucía, no tenía muchos ánimos para fiestas. De hecho en la casa no había ningún adorno que recordara aquellas fechas, Manuel no estaba de mucho humor para decoraciones. Rita era la que se encargaba de coordinar todos esos preparativos, como el montar el árbol de Navidad,  el belén en una mesa del salón o hacer los rosquillos. Recordó cómo una vez Lara se metió en la boca una pequeña bola roja que colgaba del árbol. Tendría cerca de dos años cuando ocurrió aquello, porque Bruno aún no había nacido. Estuvo a punto de atragantarse, aunque afortunadamente todo se quedó en un susto.



A ella le encantaba la Navidad. Pensaba que era una ocasión obligada para que la familia se reuniera y estar algunos días juntos. Y así lo hacían en la casa de los padres de Rita, junto con sus hermanas, que lo celebraban acompañadas de sus maridos. Tampoco faltaban los críos, que correteaban ilusionados por la casa con sus juguetes mientras ellos cantaban algunos villancicos y armaban escándalo con la botella de anís. Aquellos habían sido unos buenos años, pensó Manuel, con escenas muy similares a las que se ven en los anuncios del turrón de turno en la televisión. A menudo,  Rita decía que aquellas fechas eran idóneas para que los hijos las pasaran con sus padres. "Nos fuimos de su casa tras independizarnos, y los vemos con menos frecuencia. Al menos hay que aprovechar en Navidad para reunirnos todos".

Le gustaban mucho los niños, aunque curiosamente siempre decía que tendría solamente uno, para así dedicarle todo el tiempo posible; y más teniendo en cuenta que ella creció en una familia numerosa y que mantenía una buena relación con sus hermanas. "Así nos volcaremos más con él. O con ella". Así pensaba Rita, aunque después la realidad fue otra.

De repente, en el salón sonó el agudo timbre del portal de entrada al edificio, y Manuel que no se lo esperaba casi pega un salto de la silla. El perro se despertó de forma brusca, se levantó de la desgastada cuna para acercarse a la puerta y empezó a ladrar. Estaba un poco sordo, lo que también se agravaba con el peso de una edad ya bastante avanzada, y aquel ruido debía ponerlo nervioso. De hecho cuando su vecina estuvo hace pocos minutos hablando con él, siguió durmiendo, casi sin enterarse de que en aquellos momentos otra persona rompía la soledad de aquellos dos seres.

- Sshhh, ¡Venga, vete! - le increpaba Manuel mientras presionaba el botón para que entraran al bloque. Eran las 12:05 minutos, según marcaba el reloj del salón. Habían acudido casi con puntualidad, por lo que parecía que no tuvieron problemas para llegar; tal como les pasó en la anterior ocasión que fueron a verle.

Era una pena que no hubieran tenido hijos. Durante unas semanas Rita estuvo triste tras confirmarle los médicos aquella dura noticia, encerrada en la casa y sin ganas ver prácticamente a nadie. Pero ante todo era una persona muy optimista y de un carácter fuerte, dos cualidades que él admiraba mucho. "Nos tenemos el uno al otro y estamos bien. Eso es lo importante", le dijo una vez que se recuperó de aquellos días. Juntos vivieron años muy felices, hasta que la muerte acabó llevándosela finalmente de su lado.

Pegaron a la puerta, y el perro volvió a ladrar.
- ¡Bruno, no seas pesado! - le increpó - ¡Venga, vete al cuarto! - Obediente hizo caso a las palabras de su dueño, y Manuel lo encerró para evitar que molestara a la visita. Lara era una perra más tranquila. Hasta cuando falleció lo hizo sin el menor ruido; encontrándosela aquella mañana como si siguiera dormida en su cuna.

Abrió la puerta y ante él se encontró a una mujer muy bien vestida, con traje de chaqueta, acompañada por un par de agentes de la Guardia Civil.
- Buenas tardes, Manuel Moisés García Peláez, ¿es usted? - dijo con voz seria y clara mientras abría una carpeta entre en sus manos, que contenía varios folios en su interior.


De nuevo, al igual que hace más de dos meses, recordó la sensación de escuchar su nombre completo, con los apellidos. Le parecía tan grandilocuente como extraño; sobre todo por el 'Moisés' que constaba en su documento de identidad y que había relegado casi en el olvido. Tan extraño como el momento en el que le dijeron, en aquella ocasión, que aplazaban la orden de lanzamiento hasta el día 23 de diciembre. "Lanzamiento", recordó aquella palabra frente a la secretaria judicial. "¡Vaya forma tiene esta gente de llamar a un desahucio!".

6 comentarios:

  1. Me sentí como si estuviera al lado escuchando.Lo leeré otra vez.
    Buen estilo y tecnica al redactar. V

    ResponderEliminar
  2. Me gusta la naturalidad realidad y cercanía conque se expresa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias Purificación, así da gusto empezar el blog. Espero seguir con él y compartir más relatos

      Eliminar
  3. Me ha encantado Juanjo. Fantástico!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, éste salió publicado en un libro solidario de cuentos para la asociación ANNE de Vélez de varios autores de la zona. Se hizo una cosa realmente bonita

      Eliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar